Hoy me han preguntado una y otra vez que me han regalado en
navidad, y mi respuesta una y otra vez ha sido que nada. Pero pensándolo
detenidamente, miro a mí alrededor y veo que no es nada lo que tengo, si no,
que es mucho lo que me han dado. Tengo una familia que vale millones y que no
cambio por ningún otro regalo. Soy afortunada porque tengo una casa en la que
vivir. Un techo bajo el que dormir. Aun puedo presumir de tener electricidad,
gas y agua en mi casa. Y el lujo de tener algo de comida en la nevera.
Ya no digamos lo feliz que me sentí en nochebuena porque
llevo un año esperando a comer langostinos. Y es curioso que la gente se
sorprenda de esto porque en navidad los precios de los alimentos se disparan
como si lo de comer fuera un lujo.
Y así a veces siento. Al menos en el momento que se que me
puedo permitir y dar gracias por poder comerme un langostino en navidad.
Entonces te levantas en la mañana del 25 de diciembre y
miras a tu alrededor, descubres que todo sigue igual que siempre. Que nada ha
cambiado. Que no se coló un tío gordo en un traje rojo por tu chimenea
imaginaria, ya que no tienes en tu pisito de Madrid, y que no hay paquetes
envueltos en papel de regalo bajo el árbol de navidad que un año mas no te
dejaron poner en casa, porque simplemente ya ni tenemos de eso.
Y sientes que te da igual, porque eres realmente afortunado
de tener todo lo que tienes. De poder disfrutar un día mas de lo poco o mucho
que te ha dado la vida. De mirar a tus seres queridos y sentir que la familia
es el único regalo que siempre quieres tener contigo.
Entonces te empiezas a cabrear. A cabrearte con la navidad. A
cabrearte con este país de mierda. A cabrearte con los políticos corruptos e
hijos de puta que estarán sentados en sus salones al calor de sus chimeneas o
de sus radiadores, porque ellos si se lo pueden permitir el encender la calefacción.
Y les visualizas cebándose a pavo, langosta, caviar y mil manjares mas que han
pagado con mi dinero, con el de mi abuela, con el de mi hermano, con el mi
hermana, con el de cualquier amigo o vecino. Con esas personas que no tienen ni
para una barra de pan y aun así tienen que pagar impuestos o rescates a bancos
que no valen para nada más que para robarnos una y otra vez.
Y me cabreo. Me cabreo y me hierve la sangre. Y se que al político
de turno eso le dará igual, porque vive feliz en su mansión o castillo. Porque a
su casa no le llegan los problemas. Porque su familia hoy puede comer y beber
hasta hartarse. Porque sus hijos estarán abriendo mil y un regalos que no se
merecen, y porque viven con la conciencia bien tranquila ya que son así de mala
gente.
Y tras cabrearme, respiro hondo y pienso que podemos hacer
algo para cambiar todo esto. La gente no sabe el que. Andan perdidos de un
lugar a otro. Nadie decide en unir fuerzas e ideas, unos dicen una cosa, otros
dicen otra, pero nadie se pone de acuerdo en este país. Cada vez estamos mas
divididos, más separados. Cada vez estamos perdiendo más la ilusión y la
esperanza de que esto pueda cambiar. Yo lo veo. Lo observo en mi barrio, en mi
ciudad, en mi país. Lo observo cada día. Ya nadie es patriótico, ya nadie cree
que nos podamos salvar y que todo cambiara. La esperanza se va esfumando así
como un día se esfumara la navidad, el año nuevo y las uvas que algunos no nos
podremos ni comprar.
Quiero luchar. Quiero coger y salir a la calle, pero no un día
ni dos, si no todos. Quiero que hagamos ruido, quiero hacerles temblar de
verdad así como tiemblan de frío las millones de familias en este país que no
tienen para pagar la factura del gas. Quiero que sientan miedo, igual que lo
sienten las millones de personas en este país que duermen en la calle y no
tienen un techo bajo el que sentirse a salvo de cualquier peligro. Quiero que
sufran el mismo dolor que sufren las millones de personas que en este país
sufren por no poder pagarse o adquirir los medicamentos para enfermedades que
nadie puede curar. Y quiero que sientan tristeza al perder todo y cada una de
las cosas que tienen, al igual que lo han perdido millones de trabajadores en
este país al quedarse sin sueños, futuros ni trabajo.
Quiero gritar y ser escuchada. Quiero que alcemos todos la
voz y que seamos oídos por esa panda de hijos de putas que dicen llamarse políticos.
Y hacer del 2014 un año de esperanza, un año de soluciones,
un año de victorias. Un año en el que todos y cada uno de los habitantes de
este país sean héroes. Necesitamos héroes. Y esos, somos todos y cada uno de
nosotros. Solo hace falta creer en ello. Así que le pido a dios, al cielo y
todas las estrellas que viven en este país que crean en ello y luchen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario