Necesito no escribir que hoy quiero morir. Que quiero dejar
mis alas a un lado y tirarme al vacío. No poder volar. No poder escapar. Morir.
Morir lentamente, mientras me dejo caer en esta oscura espiral.
La gente no se da cuenta de cuantas veces podemos sufrir al día.
Cuantas veces nos levantamos de la cama y pensamos “Esto es todo lo que me
puede dar la vida?” “Esto es todo lo que voy a sentir para siempre?”
Y quieres huir. Quieres salir corriendo por la puerta y
cerrarla bien fuerte tras de ti para que nada ni nadie te hagan volver. Pero te
das cuenta, que por muy lejos que estés, los recuerdos y los sentimientos
siempre te persiguen.
Te levantas en tu cama, o en una cama extraña. En tu cama de
toda la vida, o en una al otro lado del mundo, y aun así te sientes pequeño,
insignificante. Te duele ahí dentro. Te pincha el corazón. Intentas levantarte,
pero hoy ya no puedes porque ese dolor no se puede apagar con un interruptor.
Cuantas veces te has secado los ojos llenos de lágrimas,
lagrimas por pena, tristeza, dolor. Ausencia que se va llenando cada vez más y más
de recuerdos ya vividos, recuerdos ya pasados. De personas que se marchan sin
decir adiós, o personas que no quisieron jamás soltarte la mano y lo hicieron.
Cuantas veces has sentido que mientras sigas vivo ese dolor jamás
desaparecerá. Y el mundo se te hace añicos frente a ti. Caes en una espiral una
y otra vez. Intentas levantarte y no puedes. No encuentras una mano a la que
aferrarte fuertemente, y te das cuenta que otra vez, estas solo.
Y pasaran dos años, o veinte, y seguirá siempre ese dolor.
Podría escribir millones de sensaciones que ahora mismo se
me pasan por la cabeza. Historias que recordar, momentos que hemos vivido. Pero
el final siempre es el mismo, el de que tú ya no estas.
No me imagino una vida sin vosotros, o eso diría hoy, aquí. En
el aniversario de tu muerte. Hoy hablaría de mi padre, de mi madre. Hoy hablaría
de ese dolor que me causa no tenerles. Hoy le contaría a aquellos que no saben
o no entienden, que valientes son aquellas personas que aun cuando sus
corazones lloran, sonríen a la gente.
Hoy escribiría sin parar lo triste que es una vida rodeada
de muerte. El vacío que se queda en tu
interior. Ese hueco que nadie en el
mundo llenara. Esa sensación un día sí y otro también de que te falta algo. Esa
cara de idiota que se te queda muchas veces al pensar que al llegar a casa te
encontraras a tu madre sonriente. O que el día de tu cumpleaños tu padre te escribirá
cuanto te quiere. Pero nunca sucede.
Hoy escribiría todo eso y mucho más. Pero hoy es un día
triste para recordar. Recordar a una persona que pienso en el cada día. Mi padre.
Jamás he conocido a alguien que supiera reír tanto a la vida, aunque esta le diera
una y otra vez mil golpes. Jamás he conocido a alguien que no se enfadara por tonterías. Jamás he conocido a nadie que tuviera el
humor que el siempre tenía.
Hoy escribo a mis hermanos. Ellos son mis pilares en esta
vida. No tengo nada más. Mi padre me enseño que se podía vivir con muy poco. Le
doy la razón. He aprendido en estos dos años que aunque me sienta triste porque
mis padres no están, soy la persona más afortunada del mundo por tener los
hermanos que tengo.
Son…especiales. Tienen una manera de ser única, así como la tenían
mis padres. Pero les quiero. Doy gracias a la vida por no haberme tirado por
una ventana hace tantos años, meses, días. Doy gracias a la vida por encontrar
fuerzas de donde no las hay por seguir respirando y así poder disfrutar de
ellos un poco más.
Por qué si mañana muriera, haría todo lo posible, aunque me
pasara una eternidad, por volver a nacer en esta misma familia.
Hoy no debería de ser un día triste, pero lo es. No puedes
evitar sentirte solo, sentirte dolido, sentirte apenado o roto. Pero si
levantas la cabeza y miras dentro de ti, tal vez encuentres una luz a tu
oscuridad.
La
mía son mis hermanos. Le doy gracias a mis padres, por
ellos. Porque si se caen, yo siempre les daré mi mano. Por que si me
necesitan, yo siempre estaré ahí. Por que si se pierden, yo les guiaré a
casa. Y por que si se sienten solos, yo siempre les acompañaré, como
mis padres me
enseñaron a hacer.
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